Opinión: La cumbre climática menos inclusiva de la historia

La COP26 se anunció como la «última gran esperanza», pero distintas movilizaciones mostraron el descontento por la incapacidad de cerrar algunos acuerdos claves y por la falta de participación de la sociedad civil en las negociaciones, razón por la cual la denominaron como «la cumbre climática menos inclusiva de la historia».

POR CLAUDIA MORAY (*)

El fin del carbón como fuente de energía, miles de millones de dólares en danza y objetivos audaces para poner fin a la deforestación y reducir las emisiones de metano y dióxido de carbono en esta década representaron desarrollos prometedores durante la primera semana de la cumbre del clima de las Naciones Unidas.

Científicos de la Universidad de Leeds, Inglaterra, descubrieron que entre 1994 y 2018 todos los glaciares de esta región aceleraron su deshielo un 25%, y tres de ellos un 40%, razón por la cual solicitaron que los catorce glaciares Getz llevaran el nombre de las ubicaciones de los principales tratados, conferencias e informes climáticos.

COP26 se anunció como la “última gran esperanza” para conservar el objetivo de mantener el calentamiento global en 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales. Excederlo, daría lugar a impactos más devastadores y potencialmente irreversibles, incluidos climas más extremos y sequías. Las nuevas proyecciones auguran un mundo en camino hacia los 2.7 grados C de calentamiento para fines de este siglo.

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) los últimos siete años están en camino de ser los siete más cálidos registrados.

Unos 120 líderes de todo el mundo acudieron a esta cita crucial para el planeta. Por un lado, contó con el regreso de EEUU, el mayor emisor histórico del mundo y la mayor economía. Pero por el otro se registraron ausencias como las de China, el mayor emisor actual; de Brasil, la nación deforestadora más grande del mundo; de Arabia Saudita, el segundo productor de petróleo más grande del mundo; y de Rusia, segundo mayor productor de gas del mundo.

India proporcionó el mayor impulso del segmento de alto nivel cuando el primer ministro, Narendra Modi, anunció que el país obtendría el 50% de su electricidad de fuentes renovables para 2030 y se reduciría a cero para 2070. Aunque está lejos del ideal, es un gran avance en comparación con planes anteriores del tercer mayor contaminador del mundo.

Una de las primeras alianzas para frenar la deforestación, que no cesa ni en pandemia y que evidenció un crecimiento de 12% en 2020, resultó que 124 países (que suman el 85 % de los bosques) trabajarán en seis objetivos, entre ellos el desarrollo de una agricultura sostenible, la inversión y la facilitación del comercio que previene el cambio de uso de la tierra y el apoyo a las comunidades de todo el mundo.

Los Estados firmantes, que abarcan desde el norte de Canadá a la República Democrática del Congo, suman una superficie de 33,6 millones de km2 de bosques, que son «los pulmones del planeta» pero que desaparecen a un ritmo de 27 campos de fútbol por minuto.

La promesa de frenar la deforestación va acompañada de financiación: $19,2 mil millones de los gobiernos y el sector privado, la mayoría de las principales naciones forestales están inscritas y cuenta con un paquete adicional de más de $1 mil millones para las comunidades indígenas, guardianes del bosque.

A mitad de semana, el punto culminante fue una alianza de 105 naciones comprometiéndose a reducir las emisiones de metano en al menos un 30% desde los niveles de 2020 para 2030. Los países firmantes representan alrededor del 70% de las emisiones de ese potente gas de efecto invernadero que contribuye al 30% del calor que experimentamos. Es el componente principal del gas natural.

Los grandes ausentes en este nuevo acuerdo impulsado por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos fueron India, China y Rusia.

El primer compromiso internacional para lograr una producción de acero con emisiones «casi nulas» para 2030, fue respaldado por más de 40 países, incluidos el Reino Unido, EEUU, India y China, así como la UE.

La industria del acero es uno de los principales productores de dióxido de carbono del mundo. También es una de las industrias más difíciles de descarbonizar, porque las alternativas al carbón necesario para producirlo aún no están ampliamente disponibles.

Con frecuencia se asume que la transición a una economía neta cero es costosa pero el resultado de la inacción es aún mayor, tal es así que más de 40 países acordaron eliminar gradualmente la energía a carbón: Canadá, Corea del Sur, Ucrania, Indonesia y Vietnam se comprometieron a abandonarla entre 2030 y 2040. La mala noticia es que Estados Unidos, China, Australia e India mantienen vivo el carbón fuera de este acuerdo.

Se creó la “Alianza Financiera de Glasgow para Net Zero” o GFanz, con más de 450 empresas con sede en 45 países que podrían financiar la transición a cero emisiones netas, incluido el abandono del carbón, el cambio a los coches eléctricos y la reforestación.

Argentina apuesta por el hidrógeno verde, recibirá una inversión de u$s8.400 millones a través de la empresa australiana Fortescue Future Industries (FFI) para producirlo en Río Negro. Se lo anuncia como una de las energías del futuro, fundamental para descarbonizar y con un impacto muy positivo. Como acreedor ambiental tiene intenciones de cambiar deuda económica por acciones climáticas.

Por su parte, Misiones envió una delegación propia con agenda diferenciada. La provincia, que tiene el 2% del territorio nacional y conserva el 52% de diversidad total, aprovechó para reclamar a la Nación el 97% faltante por la ley de bosques. Se encuentra realizando alianzas tendientes a subir el precio de la captura de carbono a nivel mundial, para disminuir la brecha entre lo que se paga por ensuciar (100 dólares por la tonelada de dióxido de carbono emitido) y lo que se paga para limpiar (son 10 dólares por tonelada).

Los grandes desafíos están por venir: en el libro de reglas climáticas, los sistemas de comercio de créditos de carbono, las cuestiones de pérdidas y daños y sobre todo el financiamiento climático que deberán asumir las naciones ricas, en gran parte responsables de la crisis climática, proporcionarían fondos suficientes para paliar la situación de países en desarrollo que son quienes más sufren las consecuencias.

La semana terminó con dos días de las mayores movilizaciones que ha habido en Reino Unido en muchos años. Reclaman justicia climática, que el resultado final no sean soluciones falsas que perjudiquen aún más. Marcharon por Glasgow en contra de la inversión en armamento y la paralela inacción climática; claman contra el “greenwashing” corporativo, lavado verde de imagen. Manifiestan también su descontento por la incapacidad de cerrar algunos puntos clave del Acuerdo de París y por la falta de participación de la sociedad civil en las negociaciones a raíz de las restricciones de aforo en espacios oficiales de la cumbre, razón por la cual la denominaron como “la cumbre climática menos inclusiva de la historia”.

(*) ABOGADA ESPECIALIZADA EN DERECHO AMBIENTAL, ACREDITADA EN LA COP26 DE GLASGOW.



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