José Hernández en Ñaembé

Desde 1858, José Hernández, nacido en la “Chacra de Pueyrredón”, el 10 de noviembre de 1834, y que aprendió en Laguna de los Padres a jinetear las dificultades y enfrentar los malones de la adversidad, trabajó en la casa de comercio de Ramón Puig, fue taquígrafo del Senado de la Nación y oficial de la Contaduría.

Por: Roberto Romani

Tenía 23 años cuando llegó a Paraná, Capital Federal de la Confederación Argentina.

Con María Carolina del Solar se casó en la Iglesia Matriz, el 8 de junio de 1863. En la casona de calle Industria (hoy España 212) nacieron sus hijos Isabel y Manuel Alejandro, mientras su pluma de periodista dejaba una impronta de rebeldía y compromiso con la causa federal en las páginas de periódicos editados en Entre Ríos, Corrientes, Rosario y Montevideo.

Cuando ya era “Matraca”, aquel hombre de curtida tez y cabellos negros, que conversaba todas las mañanas con carniceros, troperos y pescadores, en el viejo mercado, describe esta provincia: “Entre Ríos tiene sitios memorables, que hoy huella indiferente el pie de una generación joven, sin saber que el polvo que levanta a su paso, fue regado un día con la sangre de sus mayores, en defensa de la causa grandiosa de la independencia provincial”.

Combatió junto a Urquiza en Cepeda (23 de octubre de 1859) y en Pavón (17 de septiembre de 1861), y acompañó la resistencia de Leandro Gómez, cuando el “sitio de Paysandú” (1864).

Se alistó con Ricardo López Jordán, defendiendo la dignidad de los entrerrianos ante la invasión centralista y enfrentó a correntinos y porteños en la Batalla de Ñaembé (26 de enero de 1871), actual Colonia Carolina, a quince kilómetros de Goya. Después partió dolorosamente de su tierra para afincarse temporariamente en Santa Ana do Livramento, Brasil.

Criticó con severidad la política violenta y excluyente de Buenos Aires. Dio a conocer “El gaucho Martín Fierro” (1872) y “La vuelta de Martín Fierro” (1879), definiendo al protagonista de su obra fundamental, el 6 de diciembre de 1872, como “tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo”.

Murió a los 51 años, el 21 de octubre de 1886, en su casa de Belgrano.

Desde el calor tradicional de los fogones y pulperías de ayer,  como en las necesarias reuniones argentinas de este nuevo milenio, vuelve su voz en los versos eternos, que comenzó a gestar entre nosotros, junto al río Paraná: “Y si la vida me falta / tenganló todos por cierto / que el gaucho, hasta en el desierto / sentirá en tal ocasión / tristeza en el corazón / al saber que yo estoy muerto”.



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