El drama de los comedores: “Es horrible decir a una familia que se terminó la comida”

Noelia Enrique está al frente del comedor comunitario Construyendo sueños, en el barrio Gaucho Rivero, en Paraná, y este año aprendió de modo brutal cómo el ajuste puede pulverizar la solidaridad, las ganas de ayudar: redujo la cantidad de días que entrega las viandas de comida y aunque la demanda crece, no puede satisfacer todos los pedidos.

Los días que abre el comedor -dos días a la semana- los “tupper” les llegan cerca de las 10 de la mañana. Los vecinos de Gaucho Rivero los dejan temprano como estrategia para asegurarse la ración del día. No son viandas individuales: son porciones de alimentos para toda una familia. Y las familias tienen aprendido que el día que el comedor de Gaucho Rivero no entrega viandas habrá que buscarlas en otro lugar.

El hambre enseña esas mañas.

Entregan 150 raciones diarias, pero a veces eso resulta muy insuficiente.

Hasta 2023 funcionaba de lunes a jueves; ahora, solo martes y miércoles.

“Hacía dos ollas, pero tuve que bajar una olla porque no me dan los números. Antes hacía dos ollas en la semana, y dos meriendas; ahora una sola olla y dos meriendas”, cuenta.

Noelia Enrique es referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), una organización que sólo en Paraná asiste con 1.500 raciones de comida a la semana, en 12 barrios distintos.

Antes de la motosierra del presidente Javier Milei, el comedor de Gaucho Rivero recibía ayuda sostenida de Nación, Provincia y Municipio.

Pero ahora ya no.

“Lo que pasó es que Provincia nos recortó todo. Antes, Provincia nos daba una mano pero nos recortó todo. La última entrega fueron 30 paquetes de fideos, 30 paquetes de arroz: eso lo ocupamos en nada más que dos barrios. Nación también recortó. Cada tres meses envían un camión con mercadería. Ellas envían alimentos secos, pero no sabemos cómo hacer con las verduras y la carne. Estamos metiéndole 5 a 6 kilos de alitas a ollas de 100 litros”, describe durante una entrevista con el programa Puro Cuento (Radio Plaza 94.7).

Pero el hambre no espera. “Todos los días te golpean la puerta para preguntar si hay comida. La gente te dice: `Vengo y te ayudo a cocinar y vos me das la comida`. Es impresionante lo que pasa. Cuando era gurisa, la viví. Ahora, que soy grande, vuelvo a vivirlo. Es horrible decirle a una familia que viene a buscar comida que no podes entregarle porque se terminó”, detalla.

-¿Qué les decis?

-Lo que hice fue reunirlos a los que vienen y les comenté la situación. Entendieron lo que yo les estaba diciendo. Les propuse que la comida que se lleven sea para los chicos, y que nosotros, los grandes, la podemos pasar. El problema es que tenemos abuelos, y no los podemos dejar sin comida o sin leche.

-¿Qué hace la gente los días que el comedor no abre?

-Recorre. Hay comedores abiertos en muchos barrios, Anacleto, Santa Rita, y entonces la gente recorre. Sale a buscar. El tema es que no podemos vivir yendo de comedor en comedor.

Ahora, en la escasez, dice Noelia Enrique, “tengo que poner un tope, porque no alcanza para todos”.

-¿Y cómo haces? ¿Qué le decis a la gente?

-Les sirvo a todos lo que más puedo. Trato de darles a todos y que nadie se quede sin la comida. El tema es si viene mucha más gente: ahí no sé qué voy a hacer.

Noelia Enrique cuenta un dato: la Municipalidad de Paraná los auxilia para servir la copa de leche, y envía ayuda una vez al mes. La cuestión es que últimamente envían para acompañar la merienda paquetes de galletitas.

“¿Qué hago? ¿Tengo que repartir un paquete de galletitas entre dos o tres? No es lo lógico hacer eso: no puedo medio paquete a 7 personas. Teneos que usar la harina y hacer tortas fritas”, dice.

No cree que en lo inmediato pueda mejorar. Al contrario: “Creo -aventura- que esto se va a poner mucho más difícil”.

Entre Ríos Ahora



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