Habiendo superado la angustia de la desaparición, podemos preguntarnos ¿qué desnudan las últimas horas? ¿es un caso aislado o estamos frente a una realidad que nos excede?
Las adicciones y la marginalidad son parte de la vida de millones de argentinos y bajo ningún concepto podemos naturalizarlo, debemos asumir responsablemente una reconfiguración del Estado para su abordaje.
En el año 2010, a través de la sanción de la Ley 26.657, se incorporó a las adicciones dentro de las enfermedades mentales, modificando el abordaje institucional y generando controversia si dicha decisión fue acertada.
Quizás sea conveniente diseñar una legislación que aborde específicamente la complejidad de las adicciones, dejando de lado mensajes que naturalizan el consumo y brindando soporte político y presupuestario a los organismos que abordan la temática.
Si bien se encuentra vigente, su aplicación es cuanto menos deficiente por carecer de presupuesto, y las estructuras que debían suplir a las instituciones de internación no se encuentran operativas.
Esta medida no sólo ha perjudicado a efectores de salud, que debieron pasar de tratar una sola patología a varias –de monovalentes a polivalentes-, sino que los tratamientos ambulatorios han generado que 25.000 personas aproximadamente hayan quedado nuevamente expuestas a vivir en la calle, a estar en contacto con distribuidores y a ser rechazados por sus afectos, dado que es muy compleja su reinserción familiar.
La marginalidad convive con Maia, su mamá y su captor, carentes de educación, salud, vivienda, empleo. Y la lista puede volverse interminable.
¿Esto es nuevo? Claramente no, y marca picos en épocas de crisis, especialmente, en destrucción de familias e incremento de vulnerabilidades, siendo un agravante la falta de sostenimiento y de coherencia de políticas públicas entre los diferentes niveles del Estado, las posturas fundacionales de los actores políticos y el divorcio de tomadores de decisiones de la realidad, provocando una sucesión de fracasos.
Ante esto, la pregunta que me surge es: ¿Qué nos falta? Nos falta ser humildes y reconocer que no podemos solos, que no podemos divididos, que necesitamos diálogo, que necesitamos ponernos de acuerdo en las prioridades y trabajar hombro con hombro hasta que los bienes y servicios le lleguen a todos.
Hace unas semanas el gobierno nacional presentaba el Consejo Económico y Social, un espacio en el cual van a confluir actores de muchos sectores y acompañarán el proceso técnica y económicamente, personas e instituciones de reconocida trayectoria internacional.
El CES representa una esperanza. Es la posibilidad de mirarnos a los ojos, de escuchar, hacer el esfuerzo de ponernos en el cuero del otro y a partir del encuentro, pensar la Patria.
El mayor desafío del CES es dejar de lado las antinomias estériles, para dar lugar a alianzas entre trabajadores y empresarios, teniendo como objetivo producir más y mejores productos, agregando trabajo y conocimiento argentino a los bienes, donde el Estado esté disponible como facilitador.
Pasar del conflicto a ver la política desde la cooperación/colaboración y del monopolio del conocimiento, al conocimiento distribuido donde cada persona puede aportar a los abordajes.
Entre Ríos tiene herramientas para favorecer el diálogo y el encuentro, el Consejo Económico y Social está incorporado en nuestra Constitución Provincial en su artículo 53 y ratificado por Ley 9.939/09.
Previo a la pandemia, el gobernador había anunciado su convocatoria en la Asamblea Legislativa. Algunos están convencidos que estos espacios son poco productivos y destinado a ingenuos.
Otros, estamos convencidos que ingenuo es pensar que vamos a solucionar los problemas que azotan a nuestra comunidad haciendo lo mismo de siempre y silenciando voces.
Por: Licenciado en Ciencias Políticas.