Hoy, entre tanta codicia y desatino; entre tanta tristeza y pesadumbre, llegué ante la imagen protectora.
Pude advertir, entonces, que Dios había caminado a mi lado; e interrogaba mis pasos, con perfume de Semana Santa.
Me consultó sobre la esclavitud de la mentira, y me sugirió una guirnalda de melancolía, un laberinto de voces; una canción de eternidad.
Me consultó sobre el resplandor de la hipocresía, y me sugirió un capullo de verdad, una estrella de simpleza; un sorbo de ternura.
Me consultó sobre el camino del odio, y me sugirió un abrazo de distancia, una paloma de recuerdos; un destello de comprensión.
Me consultó sobre la sombra del dolor, y me sugirió un amanecer de convicciones, una acuarela de resignación; un cuaderno de esperanzas.
Me consultó sobre el rostro de la indiferencia, y me sugirió una bandera de compromiso, un horizonte de sueños; una cruz para los siglos.
El Señor, que había caminado a mi lado, me abrigó en sus brazos de padre bueno.
Y me invitó a celebrar, con alegría, la Pascua del amor.