Argentina está dominada por tres incógnitas que en forma combinada hablan de nuestro presente pero sobre todo de la incertidumbre que domina el futuro.
POR FACUNDO NEJAMKIS
Por supuesto que lo que está por venir siempre está lleno de interrogantes pero esta tríada tiene como característica común que su resolución depende de la política.
El primero de ellos se develará en el cortísimo plazo, en 11 días sabremos el resultado de las elecciones generales. Conoceremos si los esfuerzos del Gobierno por mejorar su performance electoral fueron o no en vano, pero sobre todo sabremos las condiciones en las que habrá de gobernar el oficialismo de aquí al 2023.
La segunda incógnita se empezará a resolver (o no) el mismo lunes 15 por la mañana y tiene que ver con la forma en que se zanjarán las diferencias de visiones que coexisten al interior del Frente de Todos. Diferencias de índole personal en algún caso, pero sobre todo políticas y de miradas sobre la gestión de la economía. A la tensión entre el Presidente y la Vice ahora se ha sumado un nuevo actor, el peronismo expresado en gobernadores e intendentes.
Finalmente, el tercer interrogante, influido por los dos mencionados en los párrafos precedentes, tiene que ver con la forma en que el gobierno resolverá los problemas de la agenda económica, que encuentra una coyuntura crítica en la negociación con el Fondo Monetario Internacional: ¿acuerdo, larga negociación o ruptura?
Veamos a continuación si podemos espiar un poco al futuro
¿Puede el Gobierno revertir el resultado electoral?
El escaso éxito en su lucha contra la inflación ha sido una de las principales debilidades que tuvo el Ejecutivo en la primera etapa del calendario electoral. La pandemia, al mismo tiempo, acentuó la sensación de lejanía de la ciudadanía respecto a la dirigencia política. El oficialismo decidió encarar el segundo tramo de la elección combinando discurso y acciones destinadas a reparar su relación con una parte del electorado afín que le dio la espalda en septiembre.
Podemos sintetizar la estrategia en estos tres ejes: lucha contra la inflación a través del congelamiento de precios, dureza discursiva en la negociación con el FMI y distribución de incentivos a los votantes (aumentos de salarios, subsidios, reducción de impuestos y moratorias). Todo matizado con un tono que expresa positividad y esperanza, el discurso del «SI».
Por ahora no se visualiza el impacto de esta estrategia en las encuestas, que siguen mostrando diferencias similares a las PASO. Sin embargo hay que destacar dos elementos. En primer lugar dotó de un orden y un discurso unificado a un oficialismo que parecía hace días estar al borde la ruptura. En segundo lugar, comienza a notarse una mejora considerable en la imagen de intendentes, especialmente en la tercera sección electoral, principal polea de transmisión del peronismo de la provincia de Buenos Aires. ¿Alcanzarán los pocos días que restan de campaña para que eso pueda convertirse en votos efectivos al Frente de Todos? ¿Puede una derrota revertirse de abajo hacía arriba y en un lapso de tiempo tan breve?
Por otro lado, aquello que en la provincia de Buenos Aires podría mostrar cierta efectividad puede ser intrascendente en otros lugares del país como Córdoba o Entre Ríos. Es por ello que existen amplias posibilidades que el Gobierno vea comprometida su mayoría en el Senado y su condición de primera minoría en la Cámara de diputados. Esto forzará al Frente de Todos a incorporar una lógica negociadora que no reconoce antecedentes en el kirchnerismo, al menos en la versión que de este surgió luego de la crisis de la 125 allá por el año 2008.
¿Quién conducirá el peronismo?
El rol del conductor es un tema trascendental en una fuerza política como el PJ. Nacido al calor del liderazgo de Juan Domingo Perón, el movimiento con todas sus heterogeneidades suele funcionar cuando su líder combina eficiencia de gobierno con eficacia electoral: el propio Perón, Menem, Kirchner y luego Cristina. Cuando no se confirma el liderazgo, la fragmentación y las diferencias asoman y no se resuelven fácilmente, ni en una negociación ni en una convención partidaria: 1975, 1983-1985, 2003-2005, 2013-2015.
La nota post-PASO es la aparición del peronismo federal, expresado en la figura de Juan Manzur en la Jefatura de Gabinete, y del peronismo territorial de Buenos Aires, expresado en la figura del intendente de Lomas de Zamora, Martin Insaurralde, en el cargo homónimo en la provincia.
Esas figuras, que representan a muchos de sus pares, expresan en términos ideológicos y prácticos posturas más moderadas que las que han dominado el peronismo desde el año 2003. Y no me refiero exclusivamente a temas asociados con lo que se denominan ¨valores¨, sino también a determinados planteamientos económicos e incluso a la forma de relacionarse con los actores políticos y sociales. Probablemente también el Presidente se sienta cercano a muchas de estas visiones.
Lo importante aquí es cómo será leído el resultado electoral: una muestra de la debilidad de CFK o que la derrota es producto de no haber hecho lo que la Vicepresidenta viene sosteniendo públicamente. A la pregunta si el resultado de la elección zanjará la disputa por el liderazgo o por el contrario acentuará las internas y las diferencias no existe una respuesta única, al menos hoy.
¿Hacia dónde marchará la economía?
El Gobierno ha definido para el tramo final un discurso duro para enunciar las características de la negociación con el fondo. No vamos a negociar a cambio del bienestar de los argentinos es el tono dominante desde el Presidente para abajo. Un concepto que recuerda la relación con los acreedores del Néstor Kirchner recién llegado al poder en el año 2003. ¿La relación de fuerzas y las condiciones son las mismas? ¿Estamos ante fuegos de artificio propios de una campaña electoral o frente a la impronta que tomará la negociación una vez finalizada la elección?
Todos sabemos que un acuerdo con el FMI implica un programa económico que tocaría cuestiones sensibles como el gasto público, la emisión, el valor del dólar, las tarifas, etcétera. O estamos ante una nueva etapa del orden financiero internacional y el fondo aumenta plazos y baja tasas haciendo la negociación digerible para el estómago de los dirigentes del Frente de Todos, o de la elección surge una nueva etapa del peronismo dominada por el pragmatismo que ve en el acuerdo con el FMI el salvavidas que lo lleve a la orilla del 2023.
Una pregunta relevante es si Cristina visualizará al acuerdo con el Fondo como un salvavidas normal o como uno de plomo que, en la exigencias de medidas impopulares, le deteriore su principal activo: la mirada de un tercio de la población que la vivencia a ella como la defensora de sus derechos. ¿Estará la Vicepresidenta dispuesta a poner su capital político en juego?. En contraposición, el dilema que enfrenta el FMI es hasta donde su plexo de exigencias puede derivar en una radicalización e incluso en una desestabilización del propio gobierno.
La resolución de las tres incógnitas van de la mano. Los actores políticos van a evaluar cómo queda el Frente luego de la elección, sus posiciones dentro de este y en función de eso su capacidad de influir en el rumbo del gobierno. Y todo esto sin aún habernos ocupado de cómo se moverá la oposición, un cuarto interrogante que quedará para la próxima. Porque como dice el refrán «lo que pasa en Las Vegas queda en Las Vegas», y «lo que se dice en campaña queda en campaña» podríamos agregar nosotros. Luego del 14N empieza el verdadero juego.
FUENTE: El Cronista