Lugares, paisajes, culturas. Mucho por conocer, pero Paraná como lo conocido, siempre tiene algo que llama a su retorno.
POR ANDRÉS BARBAGELATA
Desde que me recibí de arquitecto he combinado mis dos pasiones: la arquitectura y los viajes. En todos estos años he tenido la suerte de estar y conocer cientos de ciudades, de las más diversas, y en cada ciudad en la que algo me impacta urbanísticamente no puedo evitar una referencia automática a Paraná, a mi tierra, a la ciudad de mi familia, de mis amigos, de mi infancia.
Esto me pasa siempre, tanto con lo que me gusta por lo interesante o bello, como con las cosas que hay que evitar. “¡Es así!”, dijo y pienso inmediatamente en cómo se podría replicar esto en Paraná. O “¡Por favor que esto nunca nos pase!”. Fue así que con el tiempo he ido conformando un “ideal” de Paraná, una ciudad que para potenciar su desarrollo tomara como referencia modelos tanto positivos como negativos para que sirvieran en indicar tanto los caminos a seguir, como aquellos que teníamos que evitar a toda costa.
Ninguna duda cabe de que las ciudades crecen. Y esa certeza trae aparejada otras: hay que desarrollar la ciudad. La cuestión es cómo. Y hay que densificar la ciudad. La cuestión es dónde. Y ambos temas están necesaria e íntimamente relacionados. Lo que en urbanismo se llama ciudades compactas, tiene muchos beneficios, son más sostenibles y eficientes energéticamente, pero para decidir dónde debe densificarse la ciudad es primordial pensar la ciudad, diseñarla, pensar una ciudad con diseño.
Para hacerlo es indispensable detenerse en las características de la ciudad y contemplar lo que la naturaleza ofrece, así el diseño permitirá establecer pautas para un diálogo ético y estético entre lo que el hombre construye y el entorno natural que acogerá la obra; pautas que dejen en evidencia que se ha comprendido que el hombre es cultura, pero también es naturaleza; pautas que dejen claro la prioridad del espacio público y la necesidad de potenciarlo. Y entonces, con esas definiciones claras y en función de ellas, establecer dónde densificamos la ciudad, y cómo. Esto implica incluso pautar densificaciones diferenciadas según las características socio-ambientales de cada lugar en particular, de cada zona de la ciudad, de cada barrio.
Sin embargo sin ningún tipo de participación ciudadana, ni siquiera la del Colegio de Arquitectos, desde la Municipalidad de Paraná se presentó un proyecto de modificación del Código Urbano, para el distrito UR6, que es el sector que conocemos como Bajada Grande. En el marco de lo que denominan “crisis de expansión” se elaboró un documento hermosamente titulado “Paraná Emergente y Sostenible. Equilibrio Territorial para la Equidad Social, Ambiental y Productiva”, en el que se plantea como uno de los principales objetivos, el desarrollo del proyecto: “Recuperación del paisaje turístico de Bajada Grande”.
Sin embargo es importantísimo no bajar la guardia frente a los nombres de los proyectos sin corroborar que lo que se anticipa los títulos se verifique en el desarrollo, o si por el contrario, son sólo la envoltura de acciones que responden a intereses totalmente alejados, por no decir contrapuestos a los que debe animar toda gestión estatal: el interés común, el bienestar de toda la comunidad.
INVITACIÓN A UN SUEÑO
Este sábado 30 de octubre, un grupo de vecinos autoconvocados realiza un encuentro ciudadano para preguntarse y pensar juntos qué modelo de ciudad queremos; para preguntarse qué es el desarrollo sustentable; cómo deben convivir las construcciones con el entorno; cómo proteger las vistas y el acceso público no sólo al río, sino al goce de contemplarlo; cómo proteger los humedales.
Estos vecinos invitan a participar del encuentro para lograr una construcción colectiva, donde el disenso no se presente como ruptura sino como conformación de la unidad en lo diverso, de cómo distintos ángulos y perspectivas pueden enriquecer el conjunto.
Nos invitan a repensar o deconstruir el concepto “desarrollo”. En esta coyuntura socio-ambiental, qué es desarrollo, debería ser la primera pregunta, y cómo queremos desarrollarnos, la segunda. Debemos pensarlo, primero, como individuo y después, como sociedad; y a partir de las respuestas comenzar a soñar la ciudad que queremos.
Nos convocan a pensar, a proponer, a compartir sueños, a poner una semilla. ¡Qué oportunidad! ¡Qué alegría! ¡Qué esperanza! ¡Tengamos un sueño!
Todos los modelos exitosos de desarrollo urbano partieron de un sueño y del consenso. Un sueño compartido entre los gobernantes y la comunidad.
ENTRE EL SOL Y LOS EDIFICIOS
Curitiba, en Brasil, fue la primera gran ciudad a la que llegué recorriendo Sudamérica en bicicleta. Para el que viaja en bicicleta, llegar a una gran ciudad es muy estresante. Inmediatamente, se siente lo inhóspito: entrar por grandes autopistas, después grandes avenidas hasta que uno logra acomodarse. En Curitiba, en cambio, fue totalmente lo contrario, desde las afueras de la ciudad pude entrar por una ciclovía totalmente apartada de los autos, pensada más como un paseo, que va pasando por diferentes parques hasta llegar al centro. ¡No lo podía creer! Una ciudad de más de 2.500.000 habitantes que te alberga, que te incluye, cuyo centro es sólo para peatones, ciclistas y transporte público, explicado esto en un gracioso cartel que decía: “Los autos no compran, los peatones sí”.
En las dos semanas que estuve allí, me maravilló cómo el hombre había podido pensar y desarrollar una ciudad tan amable, tan amigable para recorrer, que pese a no estar emplazada en un hecho natural impactante, había sabido desarrollar un inmenso sistema de parques interconectados, con su Jardín Botánico –un punto turístico más visitado de la ciudad– y el espectacular Teatro de la Ópera, ambas construcciones realizadas en antiguas canteras, convirtiéndose así en una ciudad modelo y turística, pensada por el hombre para el hombre.
También quedé maravillado con la Universidad del Medio Ambiente (UNILIVRE), por su arquitectura, el lugar donde está implantado y que tengan una institución de educación superior que ofrece cursos relacionados con el medio ambiente y un mundo sostenible. En Curitiba, ciudad que tiene una tasa del 70% de reciclaje, se ha enfatizado en la educación de los niños para que las nuevas generaciones, enseñen a los padres el cuidado del medio ambiente. La población participa activamente y está comprometida con las acciones estatales para posibilitar y facilitar el reciclaje. Se ha apostado a un desarrollo sostenible que se concilia con los intereses inmobiliarios. A partir de una planificación clara para todos, la propuesta de edificaciones verticales y escalonadas sirve para obtener altas plusvalías.
En Curitiba se basaron en tres puntos fundamentales: movilidad, sostenibilidad y sociodiversidad. ¡No hubo un solo día que no proyectara en mi cabeza todo esto para Paraná! Además Curitiba es la capital del estado de Paraná ¡El nombre estaba por todos lados!
De Curitiba fui a Camboriú, una ciudad que para mí tenía un gran valor afectivo porque había sido el primer destino de veraneo con amigos cuando éramos adolescentes. No puedo explicar la congoja que me produjo ver el Balneario de Camboriú en sombras. Me encontré con una muralla de edificios que proyectaban su sombra sobre la playa; torres y torres, entre las que están seis de los diez edificios más altos de América del Sur, privando de sol al activo natural más importante que tenía: La playa. Pero lo que fue peor aún fue subir al morro desde donde solíamos tener las mejores vistas del mar, la playa y la ciudad. No quedaba nada, no había más vista, sólo la barrera de la Dubái brasilera como ha sido apodada. Camboriú, “la playa que perdió el sol”, así la llaman, no sólo había perdido el sol, también su alma, la había vendido a especuladores inmobiliarios.
¡No hubo un solo día en que no pensara en el genio que decidió contratar a Enrique Thais para desarrollar nuestro Parque Urquiza! ¡Me imaginaba lo que sería de Paraná si el Mayorazgo estuviera donde está el Rowing! ¿Se imaginan las barrancas de nuestro parque con vista a los fondos de una muralla de edificios? Seguí viaje. Pensé mucho sobre qué era esto del desarrollo de las ciudades y sobre cómo no era suerte sino visión, gestión y planificación lo que hizo de Paraná la Ciudad Paisaje.
VOLUNTAD COLECTIVA
Años después en el mismo recorrido, llegué un día domingo, por suerte, a la ciudad de Medellín, en Colombia. Digo suerte porque en Medellín los domingos por la mañana se cierran gran cantidad de avenidas para hacer actividad física, andar en bicicleta, patinar, caminar, trotar. ¿Será por eso que Medellín es cuna de los mejores ciclistas y patinadores del mundo? Iba por avenida del Río cuando me cruce con un grupo de ciclistas que inmediatamente, al verme cargado como iba, se acercaron curiosos. Uno de ellos, el dueño de una bicicletería, enseguida me invitó a quedarme en su casa unos días y se ofreció a hacerle todos los ajustes que mi bicicleta necesitaba para seguir viaje.
Luego de subir por estrechas callecitas, llegamos a su casa, al norte de la ciudad, en la parte alta, en un barrio bien popular. “Está cerca del parque Explora”, me dijo. Cuando llegué al Parque quedé maravillado. Un parque con un acuario de agua dulce espectacular, que balconea a la ciudad, construido en lo que habían sido un antiguo basural y talleres y bodegas industriales abandonados en medio de un barrio carenciado. La arquitectura del parque era interesante pero lo que más me impactó fue el concepto; cómo había sido concebido.
“El Parque Explora está comprometido con la protección de la vida en su más cautivante expresión: la diversidad. Es un museo de ciencias incluyente, diseñado para anular barreras de diverso tipo: físicas, actitudinales, informativas, culturales. La biodiversidad pasa por lo humano. Y por nuestra relación con los otros. El acuario nos incluye y pone de presente que la fragilidad de la vida del agua es, también, la nuestra”.
Es un gran símbolo de integración social: donde antiguamente había un basurero, hoy hay un atractivo turístico internacional en el medio de un barrio de clase baja. Impactante.
Creo que allí dimensioné la potencia y los efectos del urbanismo social. Entender y ver cómo la arquitectura y el urbanismo pueden lograr cambios estructurales de las ciudades a nivel social. Medellín, una de las ciudades más inseguras del mundo, hoy es un modelo mundial de desarrollo urbano social. Barrios a los que era imposible acceder, hoy son lugares de visita turística.
¿En qué se basó este gran cambio? Primero y antes que nada, en voluntad política. Un intendente. Igual en Curitiba. Un sueño y la voluntad. Convocó a todos los actores para lograr un proyecto colectivo de ciudad. Convocó a empresarios, a ONG, a organizaciones comunitarias, a colectivos de mujeres, a colectivos de medio ambiente, a distintos colectivos con ópticas y puntos de vista diversos, con otras lógicas en la construcción de ciudad.
Entendieron que las desigualdades profundas requieren hechos y decisiones estructurales. Entendieron que había que conectar la ciudad; conectarla físicamente y también conectarla mentalmente. Conectarla con arquitectura de calidad, con nuevos símbolos que construyeran nuevos referentes, con puentes que unan rompiendo fronteras también físicas y mentales. Entendieron que cada obra a realizar tenía que tener la participación de la comunidad, de los vecinos de cada sector, tenía que estar inspirada en los sueños de los ciudadanos y las ideas y puntos de partida de cada obra salió de los vecinos, lográndose así un gran sentido de pertenencia.
Entendieron que la inseguridad se combatía mejor con convivencia, y la convivencia se construye con proyectos sociales, con proyectos culturales y proyectos educativos.
Tanto en Medellín como en Curitiba se basaron en las co-responsabilidades, en la construcción colectiva. Desarrollaron un plan claro para que todos los actores sociales pudieran intervenir con reglas claras y en post de la ciudad. El resultado fue de beneficios para todos. Los imprescindibles proyectos privados pudieron desarrollarse con reglas claras que permitieron inversiones rentables y obras valiosas para toda la comunidad. Pero la base fundamental del desarrollo fue la educación y la cultura.
Este recorrido tal vez pueda inspirarnos para pensar la ciudad que queremos, la ciudad que soñamos que tengan nuestros hijos y nuestros nietos en 50 años. Proyectarnos, Diseñar-nos.
Volvamos ahora entonces a los nombres: “Paraná Emergente y Sostenible” Equilibrio territorial para la equidad social ambiental y productiva. Hemos visto tres ejemplos de desarrollos urbanos latinoamericanos: Curitiba la “ Ciudad Sonrisa” o “Ciudad Ecológica”; Medellín “Ciudad Creativa”; Camboriú “la Dubái Brasilera” o la playa que «perdió» el sol. ¿Cuál será el destino de Paraná? ¿Seguirá siendo la Ciudad Paisaje? ¿Qué modificaciones se han dispuesto al Código Urbano para Bajada Grande? ¿Tiene el mismo propósito que animó al intendente que contrató a Thais? ¿Tiene la misma finalidad que animó a los intendentes de Curitiba y Medellín? O en 50 años Bajada Grande será la Dubái Mesopotámica. De nosotros depende.
Una problemática, una crisis puede hacernos despertar a la posibilidad de un proyecto de ciudad sostenible, con equidad social, ambiental y productiva.
FUENTE: Era Verde