Después de una serie de malas noticias en lo económico, la Casa Rosada volvió a controlar la agenda con la invitación al diálogo.
No había euforia este lunes en los principales despachos oficiales porque hace rato que no hay entusiasmo en el seno del Gobierno.
Pero la frase de uno de los más cercanos colaboradores de Mauricio Macri resumía el ánimo oficial por estas horas tras la convocatoria presidencial a discutir consensos, que nadie pronostica en qué va a terminar pero que sirvió, al menos por ahora, para recuperar el control de la agenda y bajar la tensión en el círculo rojo.
El Gobierno venía de una seguidilla de malas noticias, en particular vinculadas a la suba del riesgo país y el alza del dólar, que volvieron a agitar los pedidos de revisión en torno a la candidatura de Macri.
La Casa Rosada evaluó en ese sentido este lunes como positiva la reacción de parte de la dirigencia política, empresarial y eclesiástica a la carta formal enviada por el jefe de Estado. En el Gobierno evaluaban los pasos a seguir: el llamado a reuniones bilaterales con los diferentes sectores era una de las opciones que se barajaba en la tarde de este lunes.
Nadie cree, sin embargo, que el Presidente piense en rever su estilo de conducción o abrir su administración a referentes opositores, a pesar de que el fin de semana haya telefoneado a Roberto Lavagna, Sergio Massa y Daniel Scioli para promocionarles el acuerdo. Dicen que las conversaciones con el ex ministro de Economía y con el ex intendente de Tigre fueron «desopilantes».
El año pasado, por caso, Cambiemos aplicó el mismo método ante la crisis cambiaria de fines de agosto que sacudió con fuerza los cimientos de la coalición de gobierno. Después de aquel primer fin de semana de septiembre en la quinta de Olivos, el mandatario decidió achicar el gabinete, sacrificar a Mario Quintana y promocionar una apertura de su mesa de decisiones que impactó positivamente en el círculo rojo pero que, en la práctica, duró solo un par de reuniones.
Horacio Rodríguez Larreta, el más pragmático de los integrantes de la mesa chica del PRO, tuvo un rol preponderante aquel fin de semana. Y se diferenció de parte de la cúpula partidaria. En la crisis de estos días, el jefe de Gobierno porteño volvió a ser clave.
Ahora, la crisis económica, la impopularidad del jefe de Estado y el fantasma del regreso de Cristina Kirchner, que Macri incluyó con pocas ganas y con nula expectativa en su convocatoria, apremian al oficialismo. El Gobierno buscó oxígeno en el acuerdo que había empezado a conversar con algunos dirigentes de la oposición como Miguel Ángel Pichetto pero que esperaban filtrar más adelante. El Presidente había recibido al senador del PJ en Olivos hace un mes.
El crecimiento de la popularidad de la ex Presidenta que, según la Casa Rosada, contribuyó en parte a alterar a los mercados adelantó los tiempos. Lo reflejó una encuesta que Isonomía le entregó a un cliente privado y que planteó una brecha de 9 puntos en favor de Cristina Kirchner en un eventual ballotage contra Macri.
Para el Gobierno, ese trabajo alteró a los mercados. La semana pasada, la Casa Rosada contestó a propósito con un sondeo de la empresa Demos Consulting SRL que mostraba un escenario de mayor paridad. Demos es propiedad de Nicolás Cha, que trabajó para la Universidad Nacional de Tres de Febrero y que tiene un vínculo muy cercano a la Jefatura de Gabinete.
Nicolás Dujovne fue uno de los que delineó el primer borrador con los 10 puntos filtrados la semana pasada. Dujovne venía de negociar con el Fondo Monetario Internacional el congelamiento de la banda cambiaria para tratar de calmar la inflación. El índice de abril será divulgado la semana próxima por el INDEC. Se espera que el número vuelva a ser alto.
El acuerdo le da algo de aire al Gobierno, que busca ganar tiempo hasta la segunda quincena de junio, cuando los partidos confirmen candidaturas y alianzas.
En las últimas semanas, incluso, la Casa Rosada inauguró reuniones de «agenda» para consensuar con las administraciones bonaerense y porteña qué contar y cómo contarlo. Las encabeza Fernando de Andreis, secretario General de la Presidencia, acompañado por Rogelio Frigerio y funcionarios de Nación y Ciudad.
Antes de los anuncios en los que el Gobierno lanzó los precios esenciales, entre otros programas destinados a incentivar el consumo, hubo una acalorada charla en la que el ministro del Interior planteó que los encuentros «mano a mano» del Presidente ya no tienen el efecto de antes.
Frigerio, de todos modos, volvió a posicionarse como un funcionario de relevancia para el Gobierno. Macri y Peña lo dejan hacer. Este lunes, el ministro almorzó con Emilio Monzó, que sigue fuera de las principales decisiones del macrismo.
En la cena de hace una semana en el departamento del piso 20 de Cristian Ritondo, al que llegaron los principales dirigentes del macrismo en sus versiones nacional, bonaerense y porteña, Monzó brilló por su ausencia.
En un primer análisis se evaluó al titular de la Cámara baja como uno de los articuladores con los sectores más reacios de la oposición, como el kirchnerismo y la izquierda, para acercarlos a la convocatoria. Al final, la idea se desestimó. En el Congreso los acuerdos no abundan: la sesión de este miércoles en la que el Gobierno buscaba darle sanción definitiva a la ley de financiamiento de los partidos políticos se había caído a última hora de este lunes.
El viernes pasado, el psicólogo español Roberto Zapata volvió a Buenos Aires. Hospedado a escasas cuadras de Jaime Durán Barba, en el barrio porteño de Recoleta, había dejado el departamento que alquila hace un par de semanas y había regresado a Madrid.
«El doc», como lo llaman sus íntimos, es, para muchos, el integrante más importante del equipo del consultor ecuatoriano. Fue el que desmenuzó hace algunas semanas los resultados de los estudios cualitativos que el PRO encargó por todo el país y que el entorno de Macri utiliza como guía básica para encarar la campaña electoral. En época electoral pisa el país con mucha más asiduidad.