Boca Juniors de Villa Urquiza, un club con historia, familia y corazón

El club Boca Juniors de Villa Urquiza celebró su cincuentenario el pasado 2 de abril, festejos pospuestos por la pandemia. Hubo almuerzo y partido homenaje.

Un club de fútbol no es sólo una cancha, seis palos, un alambrado, no son sólo gurises alineados detrás de una pelota. Cuando nace por la necesidad de una comunidad y crece en la solidaridad, se transforma en un espacio de encuentro, en un rincón para la familia, en el sello de un pueblo y la memoria colectiva. Por eso las madres no dudan en ir a hacer tortas fritas, por eso los padres se organizan para mantener el pasto cortado, por eso los vecinos compran rifas, participan de las actividades, se meten en la comisión, ponen el vehículo para traslado o para lo que sea. Cuando un club de fútbol cala hondo en los corazones de un pueblo, deja de ser de unos para ser de todos, y es eso lo que sucede con el club Boca Juniors de Villa Urquiza. Muchos no pueden creer que en medio del campo, rodeado de arboleda espesa y ganado, se levante impecable una cancha con dimensiones dignas de pertenecer a una liga. Hay que ingresar por el arco de Villa Urquiza, recorrer el camino de ingreso a la localidad turística y doblar unos tres kilómetros antes de llegar al pueblo, en el camino de tierra que los pescadores amateurs conocen porque lleva a la zona conocida como El Chapetón. Cuando el camino se bifurca, se dobla hacia el oeste, para el lado del río y a unos 300 metros aparece ante los ojos supermercado El Pacha, muy pegado a la casa de familia el camino de ingreso y el portón que abre paso a la cancha, ese lugar donde los más chicos sueñan en grande y donde los mayores sustentan amistades que son para toda la vida.

Un día, hace más de 50 años, un grupo de pescadores artesanales de Puerto Celina (entre ellos miembros de la familia Crámaro y Goró) se acercó a hablar con don Felipe Dreiszigacker para pedirle un espacio donde construir una canchita de fútbol. Tuvieron la suya, montada cerca de la barranca, pero con las sucesivas crecientes se la fue llevando el río Paraná y se quedaron sin lugar donde despuntar el vicio. Con la positiva de don Felipe, se puso en marcha el nuevo proyecto. Lo que empezó como algo de palabra, precario y casual, con el tiempo fue tomando forma y se conformó el club que hoy ostenta más de 50 años de historia.

El acta de fundación data del 15 de marzo de 1970, con Felipe Dreiszigacker como presidente, Hugo Fogt como vice, el resto de la lista era integrada por Juan López, Roberto Dreiszigacker, Eitel Peltzer, Carlos y Orlando Dreiszigacker, Rubén Klocker, Miguel Crámaro y José Londero,

La primera foto del lugar es de 1977, ya para ese entonces con azadas y carretillas, los jugadores habían logrado extraer toda la escoba dura y otras malezas que abundaban en la cancha, la pelota había comenzado a rodar con asiduidad y el equipo prometía participaciones muy dignas en torneos del interior. La primera área de juego estuvo delimitada por varas de sauce, lo mismo los arcos.

Fiesta anual de los 15 años

Ocurrió que en el año 1985, cuando se preparaban para los festejos del 15°, uno de los integrantes del club propuso aprovechar los preparativos y celebrar los 15 años de tres hijas de miembros del Boca Juniors: Marita Mayr, Inés Peltzer y Patricia Londero. Al año siguiente ya fueron seis las homenajeadas y el número no paró de crecer. Los primeros años las fiestas se realizaron en el Club El Progreso porque compartían miembros de comisión y estaba acordado realizar allí las actividades sociales.

Fueron 25 ediciones ininterrumpida y un total de 400 chicas formaron parte del listado de quinceañeras a lo largo de esos años, no sólo eran oriundas de Villa Urquiza, Colonia Celina y La Balsa, también de localidades vecinas como Cerrito, Puerto Curtiembre, San Benito, Paraná. Con lo que se cobraba de tarjeta se trataba de equilibrar recursos, para que toda la familia de la quinceañera pueda concurrir, además se convirtió en poco tiempo en un festejo de la comunidad.

La fiesta fue creciendo, cambió de sede, se hizo unos tres años en el anfiteatro de Villa Urquiza y por ser al aire libre, la fecha se trasladó a noviembre. Hubo otros años en que se realizó en carpa y los últimos años se llevó adelante en el salón del colegio La Providencia. En los primeros 15 años se llevó adelante la elección de la Reina, de la cual participaban las chicas que en la edición anterior habían formado parte del listado de quinceañeras. La primera reina fue Liliana Dreiszigacker, al año siguiente Claudia Mayr y luego Alicia Buralli. Con el tiempo consideraron que la competencia quitaba protagonismo a las homenajeadas principales de cada año y resolvieron suspenderla.

Primeros premios y la escuela de fútbol

Uno de los recuerdos más emotivos es cuando el equipo ganó el primer premio en un torneo que se realizó en el Anfiteatro de Villa Urquiza, y recibieron los trofeos de la mano del aquel entonces intendente Edgardo Klocker y del comisario Passutti.

Después vino la escuela de fútbol para los más chicos, que llegó a tener hasta 90 alumnos

“El mayor logro fue cuando los chicos del club Boca Juniors de Villa Urquiza le ganaron a sus pares del club River Plate de Buenos Aires en el torneo internaconal de Toritos de Chiclana. Fue una gran movida para el pueblo, muchos viajaron para ver el partido, al regreso hubo caravana, fue hermoso”, contó Matías Dreiszigacker, hijo de Pacha, uno de los fundadores del club.

En 1992 se inauguró la primera cancha iluminada de la zona, con un partido amistoso con El Santo, equipo que hoy ya no existe. Luego vino el logro del alambrado olímpico y también se agrandó la cancha para que tenga las dimensiones exigidas para poder ingresar con un equipo de fútbol de mayores a la Liga de Paraná Campaña B. “Fue un gran momento del club, porque por primera vez se cumplía con los requisitos necesarios para realizar competencias profesionales”, relató Matías.

En tantos años, no todas fueron buenas, porque ya cuando se había construido la zona de la cantina y los baños, la cola de un tornado tiró tres torres de energía eléctrica y levantó por completo el techo de la sede del club. Una vez más, con la colaboración de los vecinos se volvieron a recuperar.

Y la actividad siguió. Había fines de semana en donde se jugaban torneos de fútbol libre y por domingo llegaban a participar 30 equipos de fútbol. También armaron una cancha de bochas.

El reencuentro tan esperado

La fiesta por los 50 años del club estaba prevista para 2020 pero tuvo que esperar un tiempo más, a raíz de las restricciones adoptadas para frenar la pandemia del coronavirus. Finalmente el domingo 2 de abril pasado al mediodía se llevó adelante y contó con la concurrencia de más de 300 personas.

Las actividades festivas comenzaron con el izamiento del Pabellón Nacional que ondulaba junto a la bandera azul y oro; luego habló uno de los pilares fuertes de la institución: Carlos Pacha Dreiszigacker y también el intendente actual de Villa Urquiza, Manuel Tennen.

Hubo un partido de fútbol homenaje entre los históricos jugadores del club Boca Juniors y deportistas de varias generaciones de su clásico y eterno rival, San Diego. El resultado, un empate 1 a 1. Finalizado el encuentro, luego de extensos abrazos se descubrió una placa recordatoria de este cincuentenario y luego comenzó el almuerzo, entre charlas y anécdotas.

“Entraron todos con la camiseta del club. Fue realmente muy emocionante. Hubo premios y reconocimientos para los fundadores, colaboradores de toda la vida, para quienes hoy están trabajando en el club y también para quienes ya no están físicamente entre nosotros, entre ellos mi hermana Carla, Hugo Fosgt, Abel y Hugo Rosembrock, Carlos Klocker y Hugo Darchez”, explicó Matías. También se les hizo una mención especial a las primeras tres quinceañeras de aquella primera fiesta.

En un rincón de recuerdos, además de la exposición de los casi 100 trofeos que ganó el club a lo largo de su historia pudo observarse una red de arco de fútbol cubiertas por más de 100 fotos que relatan parte de esta historia de un club nacido en la zona rural y que supo ganarse el corazón de la gente de la zona.

A los pasteles y rosca de Pascua, a medida que pasaba la tarde se sumaron las tradicionales tortas fritas hechas por Teté, Dora, Estela, Mary, Patricia y muchas madres y esposas de los jugadores.

El reencuentro de tanta gente que vio nacer e hizo crecer este querido club fue motivo de lágrimas de emoción, de abrazos interminables y promesas de reencuentro.

UNO



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