Desde su habilitación, en diciembre de 1969, circularon por el Túnel alrededor de 136 millones de vehículos; sin embargo, según valores de admisibilidad del Comité Técnico de Explotación de Túneles de la Asociación Mundial de la Carretera (PIARC por sus siglas en inglés), nuestro emblemático enlace figura entre los túneles bidireccionales con menor siniestralidad del mundo para construcciones de este tipo.
Se debe comprender que, si bien el viaducto posee características constructivas de alto estándar, también exhibe debilidades en función de un diseño concebido en los años 60’, dado que, en su interior, bajo el río Paraná, no existen banquinas ni salidas de emergencia, lo que obliga a trabajar con mayores niveles de previsión y seguridad que los requeridos en otros lugares.
La clave de esa gestión exitosa son las barreras de las estaciones de peaje, un mecanismo perfectamente sincronizado que le permite al viaducto absorber el tránsito de cuatro vías para canalizarlo a solo una por mano en su interior, manteniendo una distancia de 30 metros entre vehículos a partir de un régimen de velocidad mínima y máxima que oscila entre los 40 y 60 Km/h.
De modo tal que las eventuales demoras que puedan ocurrir en el cruce del túnel, son una muestra cabal que se está ejecutando un mecanismo que posibilitará a cada usuario llegar a destino de la mejor forma y en el menor tiempo posible. Es por esta razón que las barreras de acceso al túnel no se levantan.