Un sub-análisis de un amplio estudio del que participó Argentina evaluó esa asociación. Y también con el ejercicio físico intenso. En Argentina, el accidente cerebrovascular es la cuarta causa de muerte.
Las condiciones que incrementan las chances de sufrir un ataque cerebrovascular (ACV) son bien conocidas. Hace años, el INTERSTROKE, un estudio internacional multicéntrico que incluyó a Argentina informaba que 10 factores potencialmente modificables representan alrededor del 90% del riesgo atribuible de ACV en la población.
El más peligroso es tener la presión arterial alta (hipertensión), le siguen el colesterol y los triglicéridos elevados, fumar, ser sedentario y estar excedido de peso (sobre todo la obesidad abdominal), problemas cardíacos (como la fibrilación auricular), mala alimentación, el consumo de alcohol, diabetes y factores psicosociales.
Ahora, los autores de ese trabajo, el más grande de su tipo, que analizó 13.462 casos de ACV agudo de 32 países, dieron un paso más. Se propusieron investigar si además de la acumulación de esos factores crónicos que contribuyen a incrementar el riesgo de sufrir un ictus o stroke, era posible hallar una asociación con situaciones que actuaran como potenciales desencadenantes.
El trabajo, publicado en European Heart Journal (EHJ), mostró que uno de cada 11 sobrevivientes a un ACV había experimentado un momento de ira o malestar emocional en la hora previa a sufrirlo, mientras que uno de cada 20 había realizado un esfuerzo físico intenso.
¿Gatillos?
El ACV es un cuadro agudo que se produce cuando se tapa (isquémico) o rompe (hemorrágico) una arteria del cerebro. Ante la aparición de los síntomas es vital actuar con rapidez para reducir las chances de morir o de sufrir secuelas que puedan ser discapacitantes.
En Argentina, el accidente cerebrovascular es la cuarta causa de muerte, según las Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud. Al igual que en resto del mundo, sobre todo en países de bajos ingresos, es también una de las principales causas de discapacidad.
«Algunas de las mejores formas de prevenir un accidente cerebrovascular son mantener un estilo de vida saludable, tratar la presión arterial alta y no fumar, pero nuestra investigación también muestra que otros eventos, como un episodio de ira o malestar o un período de esfuerzo físico intenso, aumentan de forma independiente el riesgo a corto plazo», afirma Martin O’Donnell, profesor de medicina neurovascular en la Universidad Galway (NUI-Irlanda) y miembro del Instituto de Investigación de Salud de la Población de la Universidad McMaster (Canadá).
Para hallar esa asociación, investigadores de los 32 países (Argentina incluida) les pidieron a los participantes del estudio que completaran (solos o con ayuda) un cuestionario en el que se les preguntaba si habían estado «enojados o molestos» o «realizado ejercicio físico intenso» durante la hora previa al ACV (caso período) y en el mismo momento del día anterior (período de control).
El 9,2% informó haber estado enojado o sufrido malestar emocional en la hora previa a sufrir el stroke, mientras que el 5,3% dijo haber realizado un esfuerzo físico intenso en ese lapso.
«Lo más importante es que lo que encontraron los autores son asociaciones, no relaciones causales», subraya en diálogo con Clarín desde Canadá el neurólogo argentino Luciano Sposato, director del programa de Stroke de la Universidad de Western (London, Ontario), que no participó del estudio.
«El trabajo muestra que un ataque de ira se vio con significativamente mayor frecuencia (independiente de otras variables) en la hora previa al ACV en comparación con el resto del día previo. Esto es clave para entender el diseño del estudio: usaron a cada paciente como su propio control», explica.
Los autores hallaron que, curiosamente, las probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular después de un posible desencadenante emocional fueron mayores en pacientes sin depresión previa y con un nivel educativo más bajo. Mientras que el stroke tras un ejercicio intenso en la hora previa fue más frecuente en las mujeres y menos entre los pacientes con un índice de masa corporal (IMC) normal.
Y, mientras que la ira o el malestar emocional se asoció a los dos tipos de ACV, el ejercicio intenso solo se relacionó con el hemorrágico, que es menos frecuente y más grave.
«Nuestro mensaje es que las personas practiquen el bienestar físico y mental en todas las edades. Pero también es importante que algunas eviten el esfuerzo físico intenso, especialmente si tienen un alto riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares», dijo Michelle Canavan, médica consultora de ACV en los hospitales de la (NUI) y coautora del trabajo con Andrew Smyth y Salim Yusuf, entre otros.
No obstante, O’Donnell enfatizó que «un episodio breve de esfuerzo físico intenso es diferente a realizar una actividad física regular, lo que reduce el riesgo de accidente cerebrovascular a largo plazo».
Evitar el malestar emocional
«¿Qué aporta este estudio al campo?», se pregunta Susanne Wegener, del Departamento de Neurología del Hospital Universitario de Zurich (Suiza), en un comentario editorial que acompaña al estudio en EHJ. «Definitivamente, se debe evitar la ira y el malestar emocional, y el esfuerzo físico no debe exceder los límites de la capacidad individual», responde.
Y considera que aunque INTERSTROKE se realizó en pacientes que habían sufrido su primer accidente cerebrovascular, «es probable que este consejo sea aún más importante para la prevención secundaria», es decir, para evitar pasar por otro ACV.
La médica señala también que en las enfermedades cardíacas, particularmente en individuos vulnerables, se sabe que el estrés emocional y físico puede provocar eventos. Sin embargo -dice-, la etiología del stroke es muy heterogénea y para la mayoría de los neurólogos, «los desencadenantes del accidente cerebrovascular son menos obvios».
En ese sentido, destaca que pese a que «no se puede extraer una causalidad clara» de los resultados obtenidos, el estudio «arroja nueva luz sobre este importante tema».
«Los datos obtenidos en una gran cohorte multinacional muestran de manera convincente que la ira y el malestar emocional son comunes antes del ACV, y que su experiencia se asocia con un mayor riesgo de sufrirlo inmediatamente después, lo que sugiere que podrían ser desencadenantes», manifiesta.
Cerebro-corazón
La conexión cerebro-corazón y cómo se afectan mutuamente es uno de los temas que investiga Sposato en su laboratorio de Canadá. El neurólogo, que en Argentina lideró equipos en INECO y la Fundación Favaloro, considera que una posible explicación para la asociación hallada entre ataques de ira y ACV podría encontrarse en la actividad del sistema límbico.
«Las emociones, incluida la ira, se regulan en el sistema límbico. Este grupo de estructuras cerebrales es precisamente la que ejerce el control de todas las funciones cardíacas: frecuencia y ritmo cardíacos, inotropismo (fuerza con la que se contrae el ventrículo izquierdo) y muchas otras», explica.
Y añade que una hiperactividad del sistema límbico durante un ataque de ira «podría causar sustanciales cambios en el tono de los vasos cardíacos llevando a cambios abruptos en la presión arterial y consecuentemente en el flujo cerebral».
Además podría desencadenar arritmias cardíacas como la fibrilación auricular (que los autores mencionan en la discusión) y posterior generación de embolias cerebrales.
Asimismo, añade el neurólogo, las personas con dificultades en el manejo de sus emociones tienen alteraciones en la regulación del flujo sanguíneo cerebral, lo que también podría tener un rol.
Fernando Botto, jefe de Investigación Clínica del ICBA y miembro del comité ejecutivo del ECLA (Estudios Clínicos Latinoamérica), que participó del INTERSTROKE, comenta en diálogo con Clarín que estudios como este y el INTERHEART «muestran cómo el factor emocional es muy importante» y puede en muchos casos actuar como «gatillo» de eventos vasculares.
«Como muchas veces las cuestiones que disparan emociones intensas no se pueden evitar, lo que sí hay que tratar de evitar es ser un sujeto vulnerable», dice Botto.
En ese sentido, subraya la relevancia de la prevención vascular que contribuye a reducir el riesgo de sufrir un infarto o un ACV. «Eso se logra con las recomendaciones que hacemos siempre: comer bien, no fumar, hacer ejercicio regular. Y con todo lo que sirva para evitar el estrés y bajar las revoluciones, como técnicas de respiración, meditación, yoga», concluye.
Clarín.