La informalidad, la precarización laboral y la caída del empleo se profundizaron con el coronavirus. “El trabajo va asumiendo nuevas morfologías y el gran interrogante es qué cuestiones de las que impulsó la pandemia vinieron para quedarse”, asegura Claudia Figari, directora del CEIL-CONICET. La especialista señala al teletrabajo, las “nuevas ocupaciones” y el papel de empresarios, sindicatos y del Estado, entre las claves del nuevo escenario.
Especial Télam: Por Daniel Giarone
El 5 de
febrero de 1936 se estrenó en Nueva York “Tiempos Modernos”, de Charles
Chaplin. Allí el popular actor encarnó a Charlot, un obrero metalúrgico
sometido al ritmo frenético del fordismo, a la alienación de la producción en
serie y a la angustia provocada por la “Gran depresión”. Casi cien años después
el mundo enfrenta una nueva crisis y millones de nuevos Charlot se preguntan
(escondidos en la penumbra que deja el monitor de su computadora personal) que
será del trabajo cuando pase la pandemia.
El
Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL), dependiente del Conicet,
relevó a mediados del año pasado a distintos sectores productivos para
determinar el impacto de la pandemia en el mundo del trabajo y, específicamente, de los trabajadores. Estudio que sumó, en
octubre de 2020, a la actividad docente.
“La
informalidad se agudizó y que con la pandemia hubo ganadores y perdedores”.
Ahora que la vacunación masiva contra el coronavirus promete un horizonte de
esperanza para la segunda parte del año, vuelven las preguntas de Charlot, Y
también las del CEIL. “Estamos ante nuevas morfologías que va asumiendo el
trabajo. El gran interrogante que tenemos y que es dificil contestar ahora es
qué cuestiones de las que impulsó la pandemia vinieron para quedarse”, dice a
Télam Claudia Figari, licenciada en Ciencias de la Educación y directora del
CEIL.
Y advierte que el teletrabajo, estrella del mundo laboral en tiempos de
aislamiento y distancia social, llegó para quedarse. “Lo que hoy está en juego
son los medios de producción, como así también la posibilidad de la acción
colectiva y la plena disponibilidad de los trabajadores ante la convergencia de
la unidad doméstica y la unidad laboral”, destaca la especialista.
De cara a lo que viene, Figari pide prestar atención a las políticas públicas y
al rol del Estado, como así también al papel que asuman los trabajadores y sus
representaciones gremiales. “Si se piensa en la gente desde las politicas de
Estado es diferente a que si se piensa en las grandes corporaciones. Las
politicas de Estado interviniendo activamente en pos de mejorar la condiciones
de vida pueden resultar claves”, subraya la investigadora y docente
universitaria.
-Télam: ¿Cómo se modificó el mercado de trabajo con la pandemia?
– Claudia Figari: El mercado de trabajo se modificó muchísimo con la pandemia.
Hubo dos etapas: la del ASPO (aislamiento obligatorio) de marzo de 2020 y la de
la apertura que se produjo a partir de septiembre, octubre de ese mismo año.
Nosotros realizamos estudios en distintos sectores productivos para relevar
cómo estaban siendo afectados los y las trabajadoras y que sucedía a medida que
se establecían nuevos protocolos para reestablecer la actividad. Ahí
constatamos que la informalidad se agudizó y que con la pandemia hubo grandes
ganadores y perdedores.
Hay procedimientos que se han generalizado y que producen un desgaste muy importante, como por ejemplo las plataformas tipo Zoom”.
– T.: ¿En qué sectores se puede apreciar esto con más claridad?
– C.F.: En la cadena agroindustrial, por ejemplo en la producción limonera, los
trabajadores temporarios y migrantes han visto profundizada su histórica
precariedad por las nuevas condiciones. En otras actividades, como por ejemplo
la mineria, el gran problema fue la actualización de los protocolos, que no se
convirtieran en slogans sino que realmente definieran procedimientos y acciones
concretas para resguardar a los trabajadores. También está lo que ocurrió en el
sector automotriz, donde las suspensiones estuvieron a la orden del día, el
deterioro salarial y una creciente angustia frente a la caída de la actividad.
– T.: La angustia ante la incertidumbre…
– C.F.: Que lesionó a los colectivos de trabajadores y la acción sindical, que
no obstante en muchos sectores se mantuvo. Porque lo que vemos es la voracidad
del capitalismo y las profundas desigualdades. Y esto se ve fundamentalmente en
todos los sectores que estaban precarizados. La pandemia vino a profundizar esa
precarización a partir de las reglas de juego que ella misma impuso.
– T.:¿Quiénes fueron los “ganadores” del escenario que instaló el
COVID-19?
– C.F.: En términos empresariales el sector del software, con todo lo que
implican la economía de plataformas, se ha visto “beneficiado”. También, así
como hubo miles de trabajadores que han perdido sus empleos, hubo otros que en
distintas actividades vienen haciendo trabajo remoto y pudieron evitar engrosar
la lista de “perdedores” con el teletrabajo, cuya consecuencia más evidente es
un mayor control sobre el trabajador.
– T.:¿El teletrabajo llegó para quedarse?
– C.F.: Yo creo que sí. Espero que no sea totalmente. Lo que hoy está en juego
son los medios de producción, como así también la posibilidad de la acción
colectiva y la plena disponibilidad de los trabajadores ante la convergencia de
la unidad doméstica y la unidad laboral. No es que uno se enferma, se siente
mal y se va a su casa. Hay un gran continuo donde hay plena disponibilidad, con
las implicancias que esto puede tener en enfermedades mentales o en cómo el
cuerpo puede empezar a enfermarse también a partir de un estrés laboral que va
creciendo.
– T.:¿Que significa el teletrabajo en términos económicos e identitarios?
– C.F.: En términos económicos hay un tema central: quién provee los medios de
producción. Las computadores se rompen, las conectividad es carísima, etc. Todo
el gasto va a los trabajadores que están en sus casas. En cuanto a lo
identitario hay que “remar” para reconstituir el accionar colectivo a la
distancia. Uno está trabajando aislado aunque hable permanentemente con otros.
Sumado a esto, la composición y actividad de la familia de cada trabajador
viviendo bajo el mismo techo. Todo esto tiene implicancias diversas y genera
nuevos fenómenos psicosociales e identitarios.
– T.: ¿La reconfiguración del mercado de trabajo a partir de la pandemia es
irreversible?
– C.F.: Estamos ante nuevas morfologías que va asumiendo el trabajo. El gran
interrogante que tenemos, y que es dificil de contestar ahora, es qué
cuestiones de las que impulsó la pandemia vinieron para quedarse. Pero sin
lugar a dudas las actividades se han transformado. Hay procemientos que se han
generalizado y que producen un desgaste muy importante, como por ejemplo las
plataformas tipo Zoom. Esto no significa demonizar estas herramientas. Lo que
sí digo es que implican un aprendizaje y que nos sumergimos en ellas sin
conocerlas demasiado.
– T.: ¿Cuáles son las actividades que hoy generan mayores ofertas laborales
y qué perfil de trabajador requieren?
– C.F.: Todo lo que tiene que ver con tecnologías digitales, economía de
plataforma, software, es un lugar estratégico y de los mejores pagos. Pero
también la actividad docente sigue siendo una puerta de entrada para los
jóvenes. Incluso muchos profesionales realizan profesorados para incorporarse a
la docencia. Esto por el lado de los profesionales. También sigue a la orden
del día el requerimiento de la informalidad. Las nuevas morfologías del trabajo
inciden mucho más que antes, cuando ya había dificultades severas para los
jóvenes o para los trabajadores menos calificados. La situación hoy es muy
compleja. Se buscan trabajadores más calificados y en sectores estratégicos.
T.: ¿Qué pasa con el resto de los trabajadores?
– Nuestro sistema productivo tiene una fuerte
heterogeneidad estructural. Hay muchos trabajadores informales que siguen
trabajando porque pusieron un pequeño emprendimiento para tener una economía de
subsistencia. Por ejemplo, la venta de comida. También hay programas desde
Desarrollo Social orientados a organizar emprendimientos, cooperativas, etc.
para aquellos que son más vulnerados. Pero en general no hay gran demanda de
trabajo. La informalidad está atada a la formalidad.
– T.: ¿Qué
pasa con los derechos laborales en este contexto?
– C.F.: Se pierden derechos adquiridos, protección
social y hay un problema salarial generalizado. En un regreso a una nueva
normalidad la organización de los trabajadores es fundamental. La acción
sindical organizada, los delegados de base, las comisiones internas y el
fortalecimiento del tejido de trabajo común en pos de la mejora de las
condiciones de trabajo, son claves. La virtualidad y el aislamiento no contribuyen
con la acción mancomunada. Es en el lugar de trabajo donde se construyen los
lazos para bregar por los derechos.
– T.:
El gobierno está convocando a discutir precios, salarios, producción,
inversiones, etc ¿Cuánto incide en el mundo del trabajo que nació con la
pandemia el rol del Estado?
– C.F..Muchísimo. De hecho incidió mucho en la
primera etapa de la pandemia. Abriendo paritarias, escuchando a los
trabajadores y a quienes los representan… si se piensa en la gente desde las
politicas de Estado es diferente a que si se piensa en las grandes
corporaciones. Las politicas de Estado interviniendo activamente en pos de
mejorar la condiciones de vida de la gente resultan claves.
–
T.:¿Cómo imaginás el trabajo después de la pandemia?
– C.F.: Creo que van a haber nuevos
acomodamientos, sobretodo para quienes llevan casi un año de trabajo remoto. En
determinadas actividades es muy probable que ya no se vuelva totalmente al
trabajo presencial. Por otra parte creo que un régimen virtual o de
semipresencialidad incide en la presencia necesaria en los lugares de trabajo
para aprender, para generar un colectivo, para pensar juntos. Y esto vale para
cualquier ámbito productivo o laboral. En aquellos trabajos donde la
presencialidad se requiere sí o sí pesarán otras cuestiones: las incertezas,
las suspensiones, las condiciones de trabajo, los salarios, etc. La cuestión es
si los trabajadores pueden mejorar la relación de fuerzas y esa mejora, que
debilitó tanto la pandemia, para mi puede darse mejor con la presencialidad,
que ayuda a conectarse con el otro de manera diferente.
FUENTE: Télam