Este sábado, 2 de agosto, la Provincia de Corrientes, en nombre de todos los argentinos, abrió sus brazos para que los restos del sargento Juan Bautista Cabral descansen para siempre donde vio la luz.
La Vicepresidenta de la Nación y el gobernador correntino presidieron los actos centrales, oportunidad en que, a 212 años de su muerte, se procedió a depositar sus cenizas en el Museo Histórico de Saladas, localidad donde nació el héroe de San Martín, el 24 de junio de 1789.
Desde niño me conmovió el coraje de ese negro querido, que con solo 23 años integró el contingente reclutado por Toribio de Luzuriaga y formó parte del Regimiento de Granaderos a Caballo, bajo el mando del Santo de la Espada.
Vivió muy poco, pero se llevó toda la gloria.
Como se sabe, en el Combate de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, y ante la caída del caballo de su jefe, Cabral interpuso su cuerpo e impidió que las bayonetas realistas mataran al futuro Libertador de América.
No murió en la refriega. Se apagó a poco de silenciarse las descargas, después que un sapucay guaraní grabara su nombre en el Convento de San Lorenzo.
Desde hoy, todos los saladeños custodian su memoria, con gratitud y orgullo.
Como lo hiciera el propio jinete de la cordillera, nosotros también seguiremos honrando su figura y su ejemplo.
Y como buenos hijos de esta patria celebraremos cantando hasta la eternidad de los pueblos libres, los versos felices del mendocino Benielli.
» Cabral, soldado heroico,
cubriéndose de gloria,
cual precio a la victoria,
su vida rinde
haciéndose inmortal «.
Roberto Romani